Hace 52 años, nació un niño con la piel color canela y unos hermosos ojos negros, a ese niño su madre y padre le llamaron Mauro Ismael, era el octavo hijo de esa familia de campesinos de El Salvador, del oriente del país y a ritmo de rancheras, guitarras y bandoneón, el niño hacia feliz a su madre, era gordito, crecía y a sus nueve meses su madre sin querer dejarlo enfermo y de manera rápida murió dejándolo a cargo de sus pequeñas hermanas pubertas, bien o mal le ayudaron a comer,vestirse, aprender y se convirtió él mismo en un puberto de nueve años cuando su padre sin querer dejarlo murió... y le tocó crecer a la sombra de sus hermanos mayores, haciéndose huecos de amor entre las familias nuevas que se iban formando y empezó a descubrirse solo, culpó a la vida y tomó alcohol y lo dejó, busco a Dios y lo encontró, se aferró a su fe y un día apareció el amor en la figura de una joven mujer, que había sufrido sí, pero era menos ingenua y más viva, parieron tres hijas, una primero y gemelas después, ellas esas tres hijas fueron su todo, su vida, su amor, su destino,su futuro, sus metas y objetivos.
Las niñas se hicieron jovencitas...mujeres...y madres, Mauro sufrió en un suspiro ese tesoro no se convirtió en lo que quiso, los yernos no cumplían sus requerimientos, su amor de juventud, quizás el único, decidió divorciarse y dejarlo, sus hermanos distantes con hijos, nietos y vidas, como extrañaba su vida de niño, como le decepcionaba el presente, como le sabía amargo las decisiones de sus hijas, dejó que sus sueños se fueran y sin querer los sueños terminaron.
Un dolor agudo, un malestar que no termina, un diagnostico fulminante, la sensación de querer viajar lejos y buscar la felicidad, la paz, un mar de confusión y lagrimas, perdones, arreglos emocionales de último momento y Mauro, no pudo más y sin querer se fue.
A mi tío Mauro con todo el amor.
1- enero-1961 - 8-abril-2013
Alba Jiménez
*Derechos Reservados.

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